mira un árbol
Desde hace unas semanas vengo observando los árboles de mi ciudad. No me había percatado de cuán bello puede ser un árbol hasta estos últimos días. Me explico: los árboles están por todas partes, todavía tenemos esa fortuna aunque seamos tan desconsiderados con ellos. Adornan las avenidas, los parques, los jardines. Su serena y enhiesta presencia acompaña.
Sin embargo, y yendo un poco más allá, mirar un árbol es algo que trae paz al corazón. Lo he aprendido en estos últimos días: cuando me agobia la preocupación, cuando los temores comienzan a desatarse, cuando creo que va a pasar lo que nunca pasa o que no va a pasar lo que ya pasó, cuando empieza a atenazarme la incertidumbre por el futuro o me sorprende el asalto de los malos recuerdos, mirar un árbol me trae un remanso al alma que no había conocido antes. Me enfoco en la belleza de sus ramas, en la luminosidad de sus hojas temblando entre el viento y el sol, esa forma de filtrar la luz a través de su follaje, esa manera quieta de estar en el mundo. A algunos les han brotado flores y los visitan pajaritos: gorriones y colibríes.
Miro un árbol y no quiero sacar moralejas ni conclusiones para mi vida en la tierra. Solamente dejo que mis ojos se recreen en el presente que llena su existencia. Doy gracias por ese árbol que se cruza en mi camino cuando más lo necesito. Poco a poco los temores se diluyen, lo que no tenía que pasar no pasa, y lo que iba a pasar sucede a pesar de todo, pero casi nunca es tan malo como parece. Pido perdón a todos los árboles cortados del mundo por no haberlos defendido. Mis resentimientos se convierten en nada, los recuerdos tristes se esfuman. No temo. No envidio. No me preocupo. Los colibríes toman el néctar de las cucardas. La minúscula flor de tilo parece nieve sobre el verde de las hojas. La flor blanca de la palmera habla de renacer cada minuto.
Cuando todo parezca ensombrecerse. Cuando los latidos del corazón se desacomoden al paso del temor. O sencillamente cuando la vida te lo permita, mira un árbol. Y me cuentas.
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