ideas comunes en torno a la drogadicción (II)
Una de las más comunes ideas o teorías respecto de la drogadicción es la de la prevención. Diríamos Prevención, así, con p mayúscula. Sabemos, como dice algún refrán, que una persona prevenida vale por dos, y que más vale prevenir que lamentar. Sin embargo, de lo que se puede observar, quizá la Prevención en lo que se refiere al uso de drogas no esté demasiado clara.
Por ejemplo, para prevenir el uso de drogas en nuestro hogar se nos aconseja el más descarado espionaje: observa a tus hijos. Observa con quién se llevan. Observa cómo tienen su habitación. Observa la música que escuchan. Observa su lenguaje, su aspecto, su olor. Cuando no estén presentes, hurga, revisa sus mochilas, ausculta el interior de sus libros, los bolsillos de su ropa. Ponte pilas. Si andan con los ojos rojos no ha de ser porque han llorado o se han trasnochado.
La pregunta clave es: ¿se puede vivir así? Digo, entrando en una definición de vida acorde con lo que se ha dado en llamar “sumac causay”. Al promover este tipo de actitud, lo único que se está haciendo es favorecer algo que, en últimas, es tan pernicioso como la misma adicción: Codependencia, y si la pongo en mayúsculas es porque la Codependencia no es otra cosa que la adicción a cualquier persona, en este caso al adicto: la adicción a pretender que se puede controlar su vida, a la ilusión de que es posible impedir que consuma sustancias, y en últimas una adicción tan insidiosa, incurable y mortal como puede ser la adicción a la base de cocaína o a la heroína.
Otra sugerencia para prevenir el uso de drogas es la información. Tal vez esto sí resulta más lógico: informar a nuestros jóvenes acerca de los peligros y los daños que las sustancias producen en el organismo humano. Esto me lleva a recordar con ternura mis años colegiales, cuando un poco de monjitas bien intencionadas (no lo dudo) decidieron que una forma de evitar que usáramos y abusáramos de nuestra sexualidad era informarnos. Todavía recuerdo esa lámina tamaño mapamundi del corte longitudinal de un pene gigante con el que pretendían darnos una educación sexual apropiada.
Por otro lado, y poniéndonos la mano en el corazón: ¿previene algo la información? Porque existe otra información de primera mano que también es cierta y real: la información acerca de la maravilla que es consumir cierto tipo de sustancias. ¿Qué importa que se te dañe el cerebro de por vida si has conocido el paraíso aunque sea por un par de segundos? En un mundo, en una cultura inmediatista y hedonista como la nuestra, ¿qué aporta la información a la prevención en el uso de drogas? ¿realmente a una persona adicta le importa lo que las sustancias que consume le hagan a su organismo? Un adicto a lo que sea busca llenar con sensaciones los huecos de su vida emocional, y la información biológica acerca de los efectos de inhalar pintura o cemento de contacto poco o nada puede hacer en relación a esa desesperada filiación con la sustancia. Y por otro lado, sabido es que lo prohibido, tenga los efectos que tenga, llama mucho más que lo permitido. Si observamos la historia del siglo XX, las grandes eclosiones en el tema de la adicción se han dado como respuesta a sistemas excesivamente opresivos, moralistas, pacatos e hipócritas.
Tal vez este sea el momento de dejar de ver la adicción como un problema ajeno y comenzar a mirarlo con la humildad de quien se sabe dentro del tema aunque sea colateralmente.
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